Y nosotros sin ti como unos gilipollas… ¡madre!

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Mi alegre entrada iba a ser mortuoria… como diría una de tus canciones, pero no. Hoy nos ha dejado Javier Krahe poeta, cómico y, sí, también músico. Puede que los medios estén más concentrados ahora en España con la salida de Casillas del Real Madrid que de la desaparición de este genio, lo desconozco. Pero si fuera así es una pena. Pero desde mi humilde medio-alto no quería dejar pasar la ocasión de rendir homenaje a un grande.

¿Y por qué significa tanto? Es difícil de explicar señor Krahe… La verdad es que lo conocí en una época difícil, yo era un punk rocker que no aceptaba nada que no fuera distorsión y “tu pa tu pa” a toda hostia y, aún así, supe escuchar a un señor canoso que hablaba de historias de amor, de historias divertidas y de adulterios que no lo parecían. Mis amigos me miraban raro, pero pronto no me dio vergüenza decir que yo escuchaba a Javier Krahe. Aunque claro quizá todos me miraban raro porque no sabían ni quién era… Un señor que se hizo famoso a raíz de su disco “La Mandrágora”, grabado junto a Joaquín Sabina y Alberto Pérez en directo en el mítico bar madrileño, y que supo descolgarse de tan pronta fama y seguir haciendo lo que él quería. Quizá fue una de las cosas que más me atraía de él. Mientras, por poner un ejemplo por salir los dos de aquella mandrágora, Sabina se convirtió en el famoso e idolatrado cantautor, Javier Krahe permaneció fiel a su estilo… Siempre continuó con su propia línea editorial y jamás se casó con nadie (a parte de su querida esposa) y eso para mi era digno de admirar. (Qué bien los resumías con tu frase: “Puedo escribir una canción sin estimularme pero ¿para qué? si la puedo escribir estimulándome”).

Y luego está lo lírico, porque sí. Que bebía de George Brassens no es ningún secreto ahí quedan las geniales “Marieta” y “La Tormenta” para corroborarlo (de hecho hay gente que se las atribuye al propio Krahe, lo que es digno de admirar también). Su forma de escribir siempre fue para mí digna fuente de admiración, respeto y envidia, sí, por qué no decirlo. Krahe era un tejedor de palabras y el producto final era un auténtico jersey repleto de historias alocadas, con algún que otra aventura extra matrimonial y mucho humor. Aquellos versos de tornillo hicieron que yo quisiera transportar ese estilo a un grupo de punk… casi nada. Benditos 17 años. Aunque bueno Javier siempre tuvo su lado punk también: denunciado por un inocente vídeo sobre como cocinar un cristo o censurado (perdón, se apagaron las cámaras) por cantar contra la OTAN enfadando a aquellos que pecaron de Cuervos Ingenuos por omitir un acto de libertad de expresión (y aún hoy, años después, siguen pecando de ello).

Y todo esto se puede resumir en las veces que pude verle en directo. Un gozo y una sorpresa ver la humildad y sobretodo la rapidez de la mente de un hombre tan cascado como parecía. Aquellas dudas al hablar entre canción y canción que hacían discursos eternos entre la vergüenza y el ingenio construían historias paralelas a las que luego cantarías. Tuve la oportunidad de conocerle en Fuenlabrada, mi ciudad y cada día la de más gente, y aún recuerdo el aura de mito que le envolvía al verle, pero al hablar ya no era un “Santo varón” si no un mortal más con sus miedos y sus dudas.

En fin, esto no sabe a despedida porque nos queda mucho de ti. Gracias Krahe por enseñarnos que, por suerte, todo es vanidad.

Hasta siempre maestro.

Antes de ser cantor
mis historias de amor eran casi secretas,
pero, luego, el azar
que me puso a cantar
me llevó a publicar mis zozobras completas.

Son un largo striptease
donde yo exhibo mis frecuentísimos cuernos
y mis lunas de miel
cuando nada es cruel
y celebra mi piel otros signos externos.

Hoy, dominio común,
si sucede que algún menda las tararea,
o una menda también,
me divierte ser quien
les divierte. Y amén, es decir, así sea.

Sigo mi vocación
cuando en cada canción muestro mis entretelas,
mi manera de amar
casi ya es popular,
y me gano un lugar y me saco unas pelas.

Y si paso a través
de un insípido mes sin echarme una novia,
sin vivir la ocasión
de rimar mi pasión,
mala es mi situación y me alarma y me agobia.

Sin un nuevo desliz,
infeliz o feliz, ay de mi repertorio,
¿qué podré componer
que me cause placer
y me dé de comer, y a vosotros jolgorio?

Y mi dulce mujer
que me ve por doquier persiguiendo a las musas
dice que yo, a mi edad,
sólo inspiro piedad,
sabe que no es verdad, que aún quedan ilusas.

Quedarán cinco o seis,
pues aquí me tenéis, ya me froto las manos,
las que, al fondo de un bar
o a la orilla del mar,
las van a acariciar como a seres humanos.

Y, a la cama, después,
si no sufro un revés, a gozar el festejo
contra la negación,
y de tanta emoción
surgirá la canción… como un acto reflejo.

Unas doce, tal vez,
surgirán, que escasez, si a las seis sedujera,
porque hay cara y hay cruz,
porque hay sombra y hay luz,
y si no las seduz-co, a saber qué me espera.

No me van a inspirar
ni las gracias de Aznar ni las gracias del Papa,
ni las gracias de Bush,
que estornuda, Jesús,
y nos larga un obús y nos borra del mapa.

Ya no siento pudor
si me callo el horror y otras cosas reales,
hubo un tiempo en que sí,
pero ya no es así
y es el ser baladí el menor de mis males.

Sí podrían, quizás,
inspirarme algo más los amores ajenos,
con su vida sexual
son bonitos y tal,
pero no me es vital, no los echo de menos.

Veo cerca mi fin
como me quede sin mis amantes furtivas,
y mi ruina total
si la traca final
ni siquiera es real, si me sales esquivas.

Y mi dulce mujer
me interrumpe: Javier, ¿te apetece un caldito?
muy, muy rico y recién
hecho, no es de avecrem,
me trabajas muy bien, tómate un respirito.

Antes de ser cantor
mis historias de amor eran casi secretas,
pero, luego, el azar
que me puso a cantar
me llevó a publicar mis zozobras completas.

One comment

  1. enrique · July 12, 2015

    Amen. El arte de vivir como uno buenamente le dejan.

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